El rescate de Lory
por Ana María Tarsia
La familia Cotorra vivía feliz en un alto árbol frente a un hotel de Merlo, San Luis. Como en el hotel, las colonias de cotorras tenían sus nidos en las ramas. En cada rama, un nido, y en cada nido una familia. Entre las familias tenían una buena comunicación y los pichones jugaban juntos. Las nuevas cotorras estaban aprendiendo a volar. Iban de una familia a otra, de un nido a otro, de un rama a otra.
Cuando se fueron a dormir mamá Cotorra notó que faltaba Lori, de brillantes plumas verdes, como todos los demás.
Enseguida todos se pusieron a buscarlo volando y cotorreando de rama en rama, de nido en nido.
Las palomas que viven en los tejados a ver a las cotorras preocupadas les contaron que vieron cómo Lory se caía al suelo y una señora lo había recogido. Y se ofrecieron a buscarla por las habitaciones del hotel.
Don Palomo, el más anciano de las palomas, lo encontró en una habitación del segundo piso y fue a contarle a papá y mamá cotorra.
—¡Vi a Lory. Está en el segundo piso!
—¿Y cómo llegó hasta allí?
—La señora que lo recogió del suelo se lo llevó a su habitación y... y... lo puso... lo puso... en... en...
—¿En dónde lo puso? —chilló alarmado papá Cotorro.
—Lo puso en una... ¡jaula! —terminó de contar el viejo Palomo.
—¡En una jaula! ¡Mi pobre y rechoncho cotorrita! —chillaba mamá cotorra.
—Y le lleva comida y agua —agregó Don Palomo.
—¡Tan pequeñito! ¡Si apenas sabe comer solo!
—Pero —siguió explicando el viejo Palomo— cuando la mujer llega a la habitación, cierra las ventanas y la puerta, y abre la jaula para que Lory se pasee por la habitación.
—Pero esa señora se va a ir, y se la va a llevar… —se lamentó el abuelo Cotorro que sabía un montón.
Pronto la noticia se sabía en toda la colonia de cotorras.
¿Qué es una jaula?
¡Se perdió Lory!
Nunca más la veremos
Estos turistas no respetan la naturaleza.
Es muy travieso
¡Se lo van a llevar!
—¿En una jaula? ¡Qué humillante!
—No quiero oír más
—Vamos a buscarlo
—¡Hay que salvarlo!
Don Palomo, con calma, les pidió un momento de atención.
—Yo me voy a quedar observando desde la cornisa de la ventana. Y cuando llegue la señora, y ella cierre las ventanas, yo Bsss… entonces Bsss… y entonces ustedes Bsss… ¿entendieron? —les dijo en secreto y muy seriamente.
—Sí, vamos a avisar a las demás colonias.
—¡Estén atentos! —sentenció Don Palomo.
A la tardecita, Don Palomo que se hacía el dormido en el marco de la ventana vio llegar a la mujer, abrir la jaula, sacar a Lory y darle de comer.
—¡Ahora! —murmuró Don Palomo.
Y de inmediato cientos de cotorras de verdes brillantes se acercaron a las dos ventanas de la habitación 207 y comenzaron a cotorrear y revolotear todas juntas. Golpeaban el vidrio con los picos y las patitas, yendo de una ventana a la otra sin cesar. Las palomas dejaron de dormir y se sumaron a la protesta.
Todos los turistas del hotel salieron de sus habitaciones para ver este fenómeno comentando y sacando fotos.
Mientras tanto, la señora de la habitación 207 intentaba volver a encerrar a Lory, pero la cotorrita se le escapaba y se refugiaba arriba del ventilador de techo, del televisor, de las cortinas. La mujer lo corría con una toalla en la mano y lo llamaba. Se subía arriba de la cama, de la mesita de luz, haciendo equilibrio, rompió el velador, una silla, la cortina del baño.
Hasta que se acercó el dueño del hotel.
—¡Señora! ¡Señora! ¡Abra la puerta! ¡Si no la abre, la abro yo con la llave maestra!
¡Señora, abra!
Todas las cotorras seguían cotorreando y revoloteando sin parar frente a las ventanas, haciendo cada vez más y más ruido. Se les sumaron las palomas que se colocaron una al lado de la otra en los cables y zócalos de las ventanas arrullando todas juntas, también los tordos negros, los gorriones y los bichos feos cada uno con sus trinos y gorgojeos. Todos los turistas también gritaban aunque no entendían qué pasaba.
Finalmente, la puerta de la habitación 207 se abrió. Lory salió volando, volando y se unió a su familia. Se fueron todos a festejar arriba del nido contentas y pronto se olvidaron de la aventura.
La que no se olvidó fue la señora de la 207 que tuvo que pagar por los destrozos de su habitación.
"Y Lory se abrazó contenta a su mamá."