La invasión de las hormigas
por Ana María Tarsia
La reina Marisa sacó la cabeza del hormiguero en el Jardín de tía Amalita y sintió con sus antenitas el perfume de las rosas.
Convocó a las hormigas obreras y las mandó a buscar hojitas y pétalos de la flor para almacenarlas y alimentar a los huevitos.
Tenían que hacerlo rápido porque estaba por llover y el agua es el enemigo número uno de las hormigas.
Inmediatamente un ejército de hormigas obreras fueron en fila a cumplir su cometido.
Trabajaron toda la mañana hasta que comenzó a llover y se volvieron con su carga muy apuradas al hormiguero.
Cuando paró de llover tía Amalita salió al jardín y vio horrorizada que su rosal estaba casi, casi comido por las hormigas.
Enseguida removió la tierra con una zapa, y le puso debajo de la planta un collar con agua para que las hormigas no pudieran subir.
Con la ayuda de Ñoño, su fiel compañero, siguió el camino de las últimas hormigas hasta ubicar el hormiguero que habían hecho a la entrada del jardín.
Ñoño escarbó la tierra de la entrada y las hormigas comenzaron a salir y entrar, salir y entrar enloquecidas, llevando los huevecillos blancos más adentro para salvarlos.
Una hormiga le picó el hocico a Ñoño que se asustó y salió corriendo a la cocina.
Tía Amalita también fue corriendo a buscar un veneno para poner en la entrada del hormiguero.
Las hormigas desaparecieron dentro del hormiguero porque el hormiguicida es su enemigo número dos.
Allí la reina Marisa los reunió otra vez y les dijo: —Vámonos de aquí. Sigan haciendo túneles hacia otro lado.
Y las obreras pusieron patas a la obra y excavaron túneles y galerías subterráneas hasta la huerta de don Bartolo.
La reina Marisa volvió a sacar la cabeza del hormiguero y sintió con sus antenitas el riquísimo aroma de las verduras que crecían en la huerta de don Bartolo.
Las obreras estaban desesperadas de orden de atacar. La reina Marisa las organizó pidiéndoles que buscaran las hojas más verdes y tiernas de las acelgas.
Terranova, el perro de don Bartolo, estaba atento a cualquier movimiento de la huerta después del encuentro con el conejo Botón Negro y las descubrió a tiempo.
Y ladró. Ladró llamando a don Bartolo.
Don Bartolo salió con el palo pensando en algún ladrón y cuando vio a las hormigas fue a buscar la manguera para inundar el nido.
La reina Marisa muy nerviosa volvió a reunir a sus obreras para excavar por otras galerías para no ahogarse.
Y se fueron haciendo más túneles lejos de allí llevando a los huevitos.
Por el momento el jardín de tía Amalita y la huerta de don Bartolo se habían salvado.
Pero la reina Marisa prometió volver…